DESOLACIÓN
Dalí, España 1938 (1938)
Mis
pies inertes apenas pueden sostener este esqueleto convertido en campo de
batalla. No dejarán nada; trato de apoyarme en una casa expoliada cuyo cajón
desvalijado es una metáfora de lo que quedará de esta tierra cuando acabe la
contienda: un país convertido en un inmenso erial, en una cárcel de vivos, en
un reguero de muertos. Quienes provocaron esta guerra prefieren una España
yerma antes que no suya.
El
león espera agazapado el momento en que los caballeros que se disputan mis
pechos caigan extenuados, como ese árbol calcinado que un día nos dio vida;
entonces serán suyos los despojos, al igual que serán suyos los cadáveres de
los que luchan por el control de mi cabeza abatida, resignada a ser campo de
discordia entre quienes asaltan con furia la paz de mis cabellos.
Y
al fondo tenéis lo que quedará del paisaje después de la batalla (parece como
si Quevedo se hubiera anticipado en el tiempo):
Miré
los muros de la patria mía,
si
un tiempo fuertes, ya desmoronados,
(…)
y
no hallé cosa en que poner los ojos
que
no fuese recuerdo de la muerte.