miércoles, 26 de febrero de 2020





                         UNA MIRADA HERODOXA A 3 CIUDADES BÁLTICAS
                                   (TALLIN, RIGA Y GDANSK)
                                                   
                                                               (III/III)
   
                                                 GDANSK  

El casco histórico de Gdansk, pequeño y de estructura ortogonal fruto de constantes destrucciones/reconstrucciones, mantiene una unidad de estilo basado en volúmenes, formas y colores; a esos colores hay que añadir uno que acaba acaparando los escaparates y las tiendas en las calles: el ámbar. El ayuntamiento debería mirarse en el espejo si no quiere que su ciudad acabe convertida exclusivamente en un mercado (de ámbar). Y todo ello porque la ciudad tiene otros alicientes que se ven amenazados por el monopolio de dicha resina.
La calle Dluga (o Dugli) es una de las que atraviesan el casco histórico en sentido oeste/este (una especie de eje vertebral urbano) y que como todas las calles paralelas a ella acaban en puertas emblemáticas al llegar al muelle. En el cruce de Dluga con la calle Boguslawskiego se encuentra la Puerta Alta (Brama Wyzsza), con emblemas de la antigua Ciudad Libre de Gdansk. A pocos metros de allí, se entra a través del gran arco de la Puerta Dorada (Zlota Brama), construida en el siglo XVII en una mezcla de estilos italiano y flamenco. Poco más adelante la calle se ensancha en una especie de plaza donde encontramos la Fuente de Neptuno para acabar en el muelle.

                                 


                                            Gdansk, Fuente de Neptuno.
                                     
Paralela a ella por el norte discurre la calle Piwna, donde se encuentra la Basílica Mariacka, desde cuya torre de 405 escalones (previo pago) podrás divisar en un ángulo de 360º toda la ciudad incluidos los famosos astilleros e imaginarte los tiempos de Solidaridad. Dentro no ofrece más interés que un reloj astronómico con figuras rotatorias. Cuando sales y la vuelves a contemplar sólo ves una inmensa muralla de ladrillo rojo que atestigua la importancia histórica del Catolicismo en Polonia. Precisamente en el ábside de la catedral se abre la calle Mariacka en la que sólo encontrarás ámbar hasta que la puerta (Brama Mariacka) te devuelva al muelle.

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                      Basílica Mariacka

  
Ni el museo (antiguo) ni el teatro (moderno) ofrecen nada interesante, aunque sí el pequeño mercado (también de ladrillo rojo). Cuando has deambulado por sus calles todas te acaban pareciendo iguales salvo un detalle novedoso: al pasear por el muelle (Dlugie Pobrzeze) en dirección a la Vieja Grúa se puede ver al otro lado del canal la moderna arquitectura de Gdansk; allí, una nueva línea de edificios mantiene la estructura y volúmenes del casco histórico, pero cambia el ladrillo rojo por el hierro y el cristal, como un espejo en el que mirarse a sí misma para combinar tradición y modernidad. Parece como si las aguas del canal actuaran como valla de cristal para construir el futuro sin traicionar el pasado.

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                    Gdansk, Dlugie Pobrzeze con La Vieja Grúa al fondo.

martes, 4 de febrero de 2020




 
  UNA MIRADA HERODOXA A 3 CIUDADES BÁLTICAS
                       (TALLIN, RIGA Y GDANSK)

                                     II/III

   

RIGA
           
  Riga se ha librado (¿por ahora?) de la invasión del turismo mal digerido. Aquí los turistas no lo inundan todo como en Tallin; la ciudad mantiene su personalidad y su vida urbana. Su arquitectura recuerda por momentos a las  grandes ciudades europeas con sus muestras de Art Noveau en las calles Alberta, Strelnieku y Elizabetes que no tienen nada que envidiar a París o Berlín. Y a las afueras de la ciudad (aunque no lejos) el Mercado Central (c. Centraltirgus) es un modelo comercial de organización por sectores (carne, pescado, frutas…) en edificios independientes e intercomunicados.

                                   
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                          Riga, Casa de los Cabezas Negras.
                        
                     
                 Dentro del casco histórico la Casa de los Cabezas Negras (1334) cautiva desde la primera mirada con su original fachada gótica de sello colorista. Pero el interior tampoco defrauda. Los moradores originarios hicieron de sus salas un modelo mixto de uso público y privado que deslumbra: salas de juntas y salones fastuosos donde se adivinan fiestas que sólo te imaginas en películas de época. En un gran salón de medidas áureas una copia del Emperador Carlos V contempla el baile que interpreta el piano, ahora mudo, en una esquina de la historia.
La Catedral protestante (gótico del S. XIII) se impone por la gran altura de su torre y un púlpito con escaleras historiadas que es una obra de arte dentro de otra obra de arte. Si además tienes la ocasión de escuchar los 6768 tubos del órgano del S. XIX podrás imaginarte la Coral de gracias a Dios de Liszt con la que se inauguró este órgano en 1883.
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                 Riga, Púlpito de la Catedral.
  
Pero entre otras muchas otras cosas que ver en Riga, aún queda un reducto para mitómanos y nostálgicos: después de cruzar el río a través del Akmens tilts en dirección SO, puedes atravesar hermosos parques hasta llegar a la calle  Balozu, 22: allí aún se conserva la casa en que vivió Ganivet antes de suicidarse en las fría aguas del río Dwina.

                                                        Riga, placa en recuerdo de Ganivet.