(TALLIN, RIGA Y GDANSK)
II/III
RIGA
Riga se
ha librado (¿por ahora?) de la invasión del turismo mal digerido. Aquí los
turistas no lo inundan todo como en Tallin;
la ciudad mantiene su personalidad y su vida urbana. Su arquitectura recuerda
por momentos a las grandes ciudades europeas
con sus muestras de Art Noveau en las calles Alberta, Strelnieku y Elizabetes que no tienen nada que envidiar a
París o Berlín. Y a las afueras de la ciudad (aunque no lejos) el Mercado Central (c. Centraltirgus) es un modelo comercial de organización por
sectores (carne, pescado, frutas…) en edificios independientes e
intercomunicados.
Riga, Casa de los Cabezas Negras.
Dentro del casco
histórico la Casa de los Cabezas Negras (1334) cautiva desde la primera mirada con su original fachada gótica de
sello colorista. Pero el interior tampoco defrauda. Los moradores originarios hicieron
de sus salas un modelo mixto de uso público y privado que deslumbra: salas de
juntas y salones fastuosos donde se adivinan fiestas que sólo te imaginas en
películas de época. En un gran salón de medidas áureas una copia del Emperador
Carlos V contempla el baile que interpreta el piano, ahora mudo, en una
esquina de la historia.
La Catedral protestante (gótico del S. XIII) se impone por la
gran altura de su torre y un púlpito con escaleras historiadas que es una obra
de arte dentro de otra obra de arte. Si además tienes la ocasión de escuchar
los 6768 tubos del órgano del S. XIX podrás imaginarte la Coral de gracias a Dios de Liszt con la que se inauguró este órgano
en 1883.
Riga, Púlpito de la Catedral.
Pero entre otras muchas
otras cosas que ver en Riga, aún queda un reducto para mitómanos y
nostálgicos: después de cruzar el río a través del Akmens tilts en dirección SO, puedes atravesar hermosos parques hasta
llegar a la calle Balozu, 22: allí aún se conserva la casa en que vivió Ganivet antes de suicidarse en las
fría aguas del río Dwina.
Riga, placa en recuerdo de Ganivet.
Riga, placa en recuerdo de Ganivet.
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