YO SOY EL DAVID DE BERNINI
Bernini, David (1624)
Mi amigo Caravaggio es un blando; pintó un
David que pide perdón por abatir a Goliat, como si matar a un filisteo fuese un
acto que debiera ser perdonado en vez presentar su cabeza como un trofeo de
guerra. No entiendo la representación que hacen algunos artistas italianos del
pueblo de Israel: Donatello esculpió un David que parece un figurín del S. XV (con
sombrero florentino incluido), más propio de salones cortesanos que de campos de batalla, y Miguel Angel embridó la
fuerza del héroe para ocultar su ira
bajo una educada pose de corrección política.
Pero hora estamos en el Barroco y no sólo han
cambiado los tiempos, sino también las formas; yo me acerco más a la realidad
que aquellos maniquíes de escaparate del Renacimiento que lo único que buscaban
era transmitir belleza; porque la guerra, como la vida, es cruda (no sé si la
cruda realidad puede ser bella).
Yo aprieto los dientes, miro a la
frente del gigante filisteo y tenso todos los músculos para que no falle
el tiro porque en ello nos va la tierra y la vida. Los judíos no podemos tener
compasión de los vencidos porque nuestro vengativo dios no lo consentiría; debemos
hacernos hueco en un territorio hostil luchando contra pueblos poderosos y sólo
contamos con trompetas para derribar las murallas enemigas. Pero contamos con
Yaveh. Somos el pueblo elegido.
P.D.
Yaveh no confundió las lenguas para impedir que los hombres llegaran al
cielo con la Torre de Babel, sino para hacer fracasar una empresa colectiva que
no protagonizaba el pueblo de Israel.