sábado, 26 de diciembre de 2015






                                             LA MUJER DEL COLUMPIO


                       
                                            
                                         
                                             Fragonard, El columpio (1767)


                         
            Me empuja la estabilidad emocional en la sombra hacia la aventura del joven prohibido que me espera ilusionado entre un paisaje frondoso de voluptuosidad irresistible. Apuro mi galanteo con el vuelo del zapato y la muestra de mis encajes como promesa de inagotables delirios. Me columpio en un balanceo de ida y vuelta que parece no tener fin; alternaré las dos existencias que este tiempo sin zozobra me ha permitido vivir.
            Sobrevuelo el paraíso terrenal en este Siglo de las Luces, por encima de las inquietudes que atribulan al común de los mortales porque Dios lo ha querido así. Estoy más allá de las penurias que angustian a los lacayos que me sirven, y de los menesterosos cuyas vidas ordinarias subyacen bajo este lujo que me ha sido concedido. El cielo ha impuesto a la tierra su orden natural contra el cual nada se podrá hacer.
            A la altura del año 1767 no vislumbro futuro más prometedor que esta vida de fastuosidad interminable. La Revolución Francesa que sucederá dentro de 22 años n`aura pas lieu.









viernes, 11 de diciembre de 2015

                          


                                          ¿A DÓNDE VOY?   
                                          

                                      
                                      Giacometti, Hombre caminando (1960)

            No estoy seguro de que mi desnudez contribuya a concebir mejor la condición humana. Si así fuera, la imagen de un hombre primitivo desnudo sería más auténtica que la mía;  pero nadie se imagina a un hombre primitivo caminando con las preocupaciones que parecen acompañarme en la deriva, como si quisiera alejarme de mis desvelos.
            Camino con paso decidido, pero nadie sabe a donde voy; dicen que voy hacia adelante, pero ese es un adverbio que sólo se define por mi posicionamiento, porque en realidad yo no sé si mi destino está delante o lo he dejado atrás. ¿Quiso con ello Giacometti plasmar la desorientación del hombre? ¿Quiso expresar su soledad? ¿Son tan sólo interrogantes vacuos de intelectuales ociosos? Creo que el hombre primitivo tenía (y tiene) todas estas respuestas mucho más claras que yo; aunque, ahora que caigo: quizás por ello estoy volviendo mis pasos hacia el origen de todo; seguramente que también yo me he vuelto ocioso.
            En cuanto a mi desnudez, sólo huesos disfrazados de espíritu, ya no sé si representa mejor el concepto original de hombre o si nos hemos acostumbrado a que somos lo que muestran los caireles de la rima.