LOS CANCHOS DE RAMIRO
Los Canchos de Ramiro
Los Canchos de
Ramiro es una garganta rocosa en el valle del Alagón, cerca de Coria. Sobre sus
peñas sobrevuelan unos buitres a los que Sánchez Ferlosio dedica un precioso
romance en su libro Vendrán más años
malos y nos harán más ciegos.
P.D. Tengo un
problema: no sé lo que significa la fecha que figura en el título del romance
(1811); por más que traté de averiguarlo no encuentro la solución. Creo que
puede aludir a La Guerra de Independencia, ya que parte de su desarrollo tiene
lugar en esa zona y por esa época; pero es una mera elucubración. Se admiten
rectificaciones.
1811 o Los Canchos de
Ramiro
Quince buitres imagino,
diez son negros, cinco pardos;
los pellejos del gañote,
rosa rojo amoratado
y el collar blanquiamarillo,
del plumón más delicado.
Casacas de paño adusto,
gorgueras de gurrilato:
los alguaciles del viento
que expande luctuosos fastos;
alguaciles altaneros,
para honores funerarios:
inmensa corona alada
de los muertos no enterrados.
Monjes sin regla y sin votos,
sin virtudes ni pecados;
pechos sin gozo y sin pena;
ojos sin risas ni llantos.
Eremitas de las cumbres,
vigías de los nublados,
dioses de cielos adversos
y de caminos contrarios.
Los verás al sol poniente,
cuando aún doran los rayos
las más altas cresterías
que coronan los barrancos,
en el cancho inaccesible,
dormitando.
¿Cavilan bienes o males?
¿urden provechos o daños?
¿huelen la pólvora muerta
de las guerras del pasado?
¿tejen las hebras del cierzo
con sañas de empecinado?
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¿saben la tierra que mezcla
los cráneos de los soldados,
el cenegal que fue tumba
de cañones y caballos?
Viandante, no les preguntes
Cómo ni dónde ni cuándo,
ni esperes que ellos decidan
quién fue el bueno,quién fue el malo,
que el cabal sepulturero
no hace acepción de finados,
ni quiere oír de inocentes
ni conocer los culpados:
si banderas decidieron
y nombres discriminaron,
para matados a espada,
indiferencia es descanso.
Alas abiertas y quietas
sobre los vientos más altos,
rueda de sol y de muerte
al mediodía girando.
Tampoco leerás en ella
agüeros buenos o malos;
vuelo que escribe redondo
no apunta predestinados,
garra que graba en carroña
cancela sinos marcados.
Cruda y desnuda memoria
despliega sobre los campos
el silencio de sus alas,
como un manto.
Rafael Sánchez Ferlosio
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