El éxito de “La gran belleza” (Sorrentino, 2013) es haberse impuesto sin anunciarse; no lo necesita: quien vaya a ver la película hará de publicista gratuito para todos sus conocidos.
La película comienza con una lenta recreación plástica y musical de Roma, truncada por una fiesta que rompe brutalmente en cuanto a música y estética con su lirismo inicial. La primera asociación mental que se me ocurre al ver esa fiesta es la caída de Roma al final de su imperio a manos de los pueblos bárbaros; la sociedad del bajo imperio ha sucumbido: nadie trabaja, no nacen hijos ….. y los romanos se dedican a la dolce vita mientras los bárbaros asedian las puertas de la ciudad.
La imagen de Roma que transmite la película es igual que la que nos cuentan los libros de la Roma de los últimos siglos del imperio. Ahora, como entonces, no nacen niños, y los pocos jóvenes que hay se marchan a Estados Unidos o al paraíso de la droga. En las fiestas que se organizan (la vida es una fiesta permanente en palacios fastuosos) nadie cumplirá 50 años y su fotografía social es la de nobles decadentes que se alquilan como figurantes, artistas e intelectuales diletantes y prelados que han olvidado su misión evangélica en aras de las recetas de cocina.
El arte de la Roma antigua, plasmado en palacios y jardines con una música bellísima se transmuta en una niña que marca las últimas tendencias de la pintura a través de un dripping surrealista y un ensordecedor ritmo musical de discoteca. Y sobre todo este mosaico humano, sobrevuela y se enfanga el protagonista, Jep Gambardella (Toni Servillo), periodista y escritor de una única novela de juventud, que no ha vuelto a escribir nada porque no encuentra la belleza. Pero él asume que forma parte de esa fauna romana decadente, de calles sin vida y de vida hundida en la metáfora del Concordia escorado sin nadie que lo reflote.
El día que encuentre un tema, Jep volverá a escribir una novela. Pero cuando termina la película te das cuenta de que Sorrentino (que también es escritor) nos la acaba de servir en bandeja; y además nos ha escrito una novela sin tema: “La gran belleza”.
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