EL FAROL DE “LOS FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO”
Yo
soy la luz que alumbra aquel amanecer trágico de Madrid. Goya me puso aquí para
que sirva de testigo mudo y para que marque el camino al Guernica de Picasso.
Pero
sólo ilumino a las víctimas: a los que ya riegan el suelo con su sangre, a los
que están a punto de regarlo y a los que esperan cubriéndose el rostro con las
manos para no ver el horror; ellos son el desorden romántico de formas y
colores que Goya me permite iluminar ante la escena de la muerte.
Enfrente, la línea ordenada de los asesinos no tiene rostro; la vergüenza de la
historia se oculta bajo el anonimato de una máquina de guerra. Al fondo del
cuadro queda la respiración contenida del amanecer de una ciudad que aún vive
bajo la conmoción de los acontecimientos del día anterior.
Pero
yo sólo ilumino a los fusilados y me detengo ante los que siempre ponen la
cara; ante ese Cristo crucificado, ante la figura de la resistencia y el martirio,
ante el símbolo de esa “España camisa blanca de mi esperanza / aquí me tienes, nadie me manda / quererte tanto me cuesta nada”.