EL ANGELUS
Millet, El
Angelus (1859)
Los
campesinos dan gracias a Dios por concederles los frutos de la tierra como
recompensa a sus plegarias, pero Millet ambienta la oración bajo la inmensidad
de un cielo desolador; la escena se sitúa entre la crítica social que nace con
la Revolución de 1848 y la misericordia de una religiosidad a la que el
Realismo de orientación cristiana vincula con el socialismo en ciernes. Lo
único que existe es el trabajo y la torre de la iglesia en la distancia de una
llanura inhóspita. No eran necesarios los campesinos; habría sido suficiente con
la carretilla y ese paisaje desolador para transmitirnos la idea de penuria.
Las
figuras no tienen un rostro definido porque no lo necesitan. La expresión se transmite
con la composición de unos personajes solos, en el medio de la nada, una
actitud de aceptación del destino y unos colores terrosos que tanto gustaron al
Van Gogh primitivo y que le inspiraron Los
comedores de patatas.
Y
las patatas están en los sacos de la carretilla y en la cesta donde antes había
un hijo muerto; la presión social obligó a Millet a quitar el niño de la escena
y la solución del pintor fue enterrarlo bajo la tierra para que sirva de abono a
las patatas. Los campesinos no miran la cesta de patatas, que por cierto tiene
forma de moisés, sino el lugar donde yace su hijo.