LA PLANCHADORA
Picasso, La planchadora (1904)
Interior mortecino en penumbra azul
Picasso, cuando los temas sociales eran una de sus fuentes de inspiración; piel
del mismo color moribundo que delatan unas venas cenicientas, mustias como la
muerte, y cuerpo desmadejado mantenido en pie a duras penas; hay que vencer el
cansancio interminable de una labor extenuante: la mujer apenas si
puede mantenerse erguida, mientras su cabeza cuelga sostenida por el hombro
enganchado a una escarpia imaginaria.
Sobre la mesa un mantel, sobre el mantel
una prenda (acaso no la ve, solamente la imagina) y sobre la prenda el cuerpo
derrotado de una muchacha anciana aferrada con ambas manos a la plancha para no
caer vencida sobre el altar del martirio y, así, poder prolongar un suplicio indefinido.
El agua del recipiente no es para aliviar
su fatiga, sino para ablandar las arrugas de los campos de trabajo; habrá que
estirar la tela como se estira el calvario para hacer más soportables las horas
interminables de una vida que la aplasta. Como una plancha.
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