DE POLÍTICA
Las
Elecciones Generales celebradas recientemente han arrojado un resultado que
complica la formación de un gobierno estable. Inmediatamente lo medios de
comunicación han comenzado a apremiar a los partidos políticos para que cumplan
con el mandato del pueblo. Da la impresión de que quien votó el 20 de diciembre
fue un señor llamado pueblo y no un conjunto de ciudadanos con intereses
heterogéneos.
La
peligrosa confusión del término pueblo con el de ciudadanos es fuente de muchas
perversiones políticas. Cada vez que un dirigente se esconde bajo la frase de
“el pueblo ha dicho …” me echo a temblar; porque lo que hace es intentar
llevar la decisión popular al carro de sus intereses personales erigiéndose en
intérprete ungido por el destino; cada uno tiene un carro distinto y todos creen
dirigir el verdadero.
Pero
una cosa es cierta: la decisión de las urnas es la que es, y los elegidos
tienen la obligación de conformar un gobierno con ese resultado; han sido
elegidos para eso y no para ensuciar el campo con líneas rojas. Cualquier
intento de salir por la tangente equivale a esquivar sus responsabilidades. Y
la mayor irresponsabilidad sería la convocatoria de nuevas elecciones; eso equivaldría
a decirnos: ustedes han votado mal, vuelvan a intentarlo. ¿Y si nos volvemos a
equivocar? ¿Disolverán de nuevo Las Cortes o nos disolverán a los ciudadanos?
P.D. En el día de hoy (3/V/2016) la previsión se ha confirmado. En la misma línea El Roto publica en El País su magnífica cita diaria:
P.D. En el día de hoy (1/9/2016) caminamos hacia la disolución de los ciudadanos
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