viernes, 8 de enero de 2016



                                            DE POLÍTICA


            Las Elecciones Generales celebradas recientemente han arrojado un resultado que complica la formación de un gobierno estable. Inmediatamente lo medios de comunicación han comenzado a apremiar a los partidos políticos para que cumplan con el mandato del pueblo. Da la impresión de que quien votó el 20 de diciembre fue un señor llamado pueblo y no un conjunto de ciudadanos con intereses heterogéneos.
            La peligrosa confusión del término pueblo con el de ciudadanos es fuente de muchas perversiones políticas. Cada vez que un dirigente se esconde bajo la frase de “el pueblo ha dicho …” me echo a temblar; porque lo que hace es intentar llevar la decisión popular al carro de sus intereses personales erigiéndose en intérprete ungido por el destino; cada uno tiene un carro distinto y todos creen dirigir el verdadero.                       

            Pero una cosa es cierta: la decisión de las urnas es la que es, y los elegidos tienen la obligación de conformar un gobierno con ese resultado; han sido elegidos para eso y no para ensuciar el campo con líneas rojas. Cualquier intento de salir por la tangente equivale a esquivar sus responsabilidades. Y la mayor irresponsabilidad sería la convocatoria de nuevas elecciones; eso equivaldría a decirnos: ustedes han votado mal, vuelvan a intentarlo. ¿Y si nos volvemos a equivocar? ¿Disolverán de nuevo Las Cortes o nos disolverán a los ciudadanos?


P.D.  En el día de hoy  (3/V/2016) la previsión se ha confirmado. En la misma línea El Roto publica en El País su magnífica cita diaria: 

http://elpais.com/elpais/2016/05/02/opinion/1462203788_642716.html

P.D. En el día de hoy (1/9/2016) caminamos hacia la disolución de los ciudadanos


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