PLACIDEZ ENGAÑOSA
Picasso, Bañista al borde del mar (1930)
Para Kety, que me regaló una copia preciosa que realizó de esta obra.
Para Kety, que me regaló una copia preciosa que realizó de esta obra.
Los
críticos de arte dicen que mi estructura (más bien diría desestructura) obedece
a las características del cubismo analítico que trata de descomponer las partes
del todo para presentarlas en un mismo plano y bla, bla, bla… pero no les
hagáis caso; como siempre tratan de sacar punta a un lápiz más afilado que mi
nariz (y ya es decir).
Yo
sólo trato de descansar plácidamente al borde del mar, sin una diagonal que
sobresalte mi espíritu (¿no se aprecia mi pose relajada?); y para ello no
necesito más que mi cuerpo desmadejado y una cierta espera agazapada tras el
halo de tranquilidad que transmiten los colores planos de mi cuerpo y la
apagada luz que me ilumina.
Pero
tampoco os equivoquéis vosotros. Bajo esa tranquila apariencia escondo (si os
fijáis bien) una agresividad contenida, esperando clavar mi nariz expresionista
sobre la presa que aguardo y devorarla con mi boca, que no es más que una vagina
dentada que Picasso dispuso en posición vertical para que no quepa la menor duda.
Sólo entonces mis brazos desplegarán su voracidad dormida para cumplir el instinto depredador de mantis religiosa enmascarada.