lunes, 22 de febrero de 2016




                PLACIDEZ ENGAÑOSA                         


                            
                              Picasso, Bañista al borde del mar (1930)

                      Para Kety, que me regaló una copia preciosa que realizó de esta obra.

            Los críticos de arte dicen que mi estructura (más bien diría desestructura) obedece a las características del cubismo analítico que trata de descomponer las partes del todo para presentarlas en un mismo plano y bla, bla, bla… pero no les hagáis caso; como siempre tratan de sacar punta a un lápiz más afilado que mi nariz (y ya es decir).
            Yo sólo trato de descansar plácidamente al borde del mar, sin una diagonal que sobresalte mi espíritu (¿no se aprecia mi pose relajada?); y para ello no necesito más que mi cuerpo desmadejado y una cierta espera agazapada tras el halo de tranquilidad que transmiten los colores planos de mi cuerpo y la apagada luz que me ilumina.

            Pero tampoco os equivoquéis vosotros. Bajo esa tranquila apariencia escondo (si os fijáis bien) una agresividad contenida, esperando clavar mi nariz expresionista sobre la presa que aguardo y devorarla con mi boca, que no es más que una vagina dentada que Picasso dispuso en posición vertical para que no quepa la menor duda. Sólo entonces mis brazos desplegarán su voracidad dormida para cumplir el instinto depredador de mantis religiosa enmascarada.

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