GRÜNEWALD Y SAN JUAN BAUTISTA
Grünewald, Crucifixión (1515)
Esta
Crucifixión es un cuadro barroco avant la lettre. Sólo le falta la luz porque
el pintor quiso ser fiel al relato del Evangelio en el que se cuenta que el
cielo se oscureció en el momento de la muerte de Cristo. Por lo demás, esa cruz
de maderos improvisados, ese cuerpo descoyuntado y esa cabeza caída representan
la expresión de la muerte exhalada por los dedos crispados que actúan como
pararrayos del trueno que se produjo en ese instante.
Grünewald
se olvida de los desmayos de María en brazos de San Juan Evangelista y de las
súplicas al cielo de María Magdalena para centrarse en mí, un personaje anacrónico
que no debería estar en el cuadro y al que hace protagonista del mismo: San
Juan Bautista. Yo fui quien bautizó a Jesús y ahora Grünewald me resucita para
certificar su futura grandeza y su muerte anunciada en La Biblia, a la vez que me presenta como
iniciador de una nueva religión que tiene al bautismo como origen.
El
cuadro lo encargó un hospital dedicado a cuidar enfermos de peste y
Grünewald les respondió con la viva
imagen de la muerte. Mi brazo parece indicar que el principio y el fin están
contenidos en esa imagen de banderillero
desganado.
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