CARONTE AGUARDA
Patinir, Caronte atravesando la Laguna Estigia (h. 1520)
Soy
Caronte (un barquero de aspecto normal a pesar de las fachas con las que me
pinta Patinir) y me encargo de cruzar los muertos a la otra orilla de la
existencia; porque nada se destruye, todo permanece igual, aunque sea bajo
forma de recuerdo, un estado distinto de la materia.
Acabo de pasar a Dante y Virgilio por
recomendación de Delacroix. Tenían los rostros crispados no por esos nubarrones
propios del Romanticismo que nos acompañaban en el viaje, sino por el miedo a
lo desconocido; porque su duda era qué habría en el más allá a pesar de ser
expertos en el tema. Y el más allá no existe; yo hago este camino con el rumbo
rutinario de un transbordador urbano (por cierto, ¿quién me cruzará a mí cuando
ya no quede nadie?) y el más allá es simplemente el paso del ser al ser de otra
manera, y ese paso sólo cuesta un óbolo que todos traen religiosamente bajo la
lengua (y no devuelvo cambio).
Para este último tránsito no necesito grandes
barcos ni jarcias engalanadas y cobro siempre
el mismo precio porque ante la muerte todos los hombres son iguales; lo aprendí
el día que Jorge Manrique llegó para hacer el último viaje y me recitó su copla:
(…)
así
que no hay cosa fuerte
que
a papas y emperadores
y
prelados,
así
los trata la Muerte
como
a los pobres pastores
de
ganados.
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