jueves, 19 de marzo de 2015




                                                 
                                                 CARONTE AGUARDA



             
             Patinir, Caronte atravesando la Laguna Estigia (h. 1520)          


            Soy Caronte (un barquero de aspecto normal a pesar de las fachas con las que me pinta Patinir) y me encargo de cruzar los muertos a la otra orilla de la existencia; porque nada se destruye, todo permanece igual, aunque sea bajo forma de recuerdo, un estado distinto de la materia.       
            Acabo de pasar a Dante y Virgilio por recomendación de Delacroix. Tenían los rostros crispados no por esos nubarrones propios del Romanticismo que nos acompañaban en el viaje, sino por el miedo a lo desconocido; porque su duda era qué habría en el más allá a pesar de ser expertos en el tema. Y el más allá no existe; yo hago este camino con el rumbo rutinario de un transbordador urbano (por cierto, ¿quién me cruzará a mí cuando ya no quede nadie?) y el más allá es simplemente el paso del ser al ser de otra manera, y ese paso sólo cuesta un óbolo que todos traen religiosamente bajo la lengua (y no devuelvo cambio).
             Para este último tránsito no necesito grandes barcos  ni jarcias engalanadas y cobro siempre el mismo precio porque ante la muerte todos los hombres son iguales; lo aprendí el día que Jorge Manrique llegó para hacer el último viaje y me recitó su copla:
(…)
así que no hay cosa fuerte
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario