EL TREN
DE TURNER
W. Turner Lluvia, vapor y velocidad (1844)
Aunque parezca que vengo del pasado como si saliera de un
túnel del tiempo, no le hagáis caso a Turner; no tengo pasado, lo que tengo en
realidad (y él lo sabe) es un prometedor futuro, tan arrollador como la
velocidad a la que viajo y tan luminoso como la deslumbrante luz que me
acompaña.
Atrás dejo los barcos estancados y los puentes que me
unen al pasado; atrás dejo el vapor y la lluvia a esta velocidad de vértigo
(unos 30 km/h) que, según algunos periódicos de la época, no podrá soportar la
naturaleza humana; y sólo estamos en 1844: nunca le faltan aguafiestas al futuro.
Viaja conmigo el desarrollo imprevisible empujado por la
luz; viajo dispuesto a salirme por la diagonal del cuadro llevándome conmigo el
color y la esperanza, viajo tan
obstinado como mi autor con esta apuesta, empeñado en profetizar que no voy a
detenerme ante nada. Él se enfrentó a los apocalípticos del Arte y yo me
enfrento a los agoreros del tiempo.
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