La
microcefalia que exhibo es propia de El Manierismo, al igual que el cuello,
heredado de La virgen del cuello largo de
Parmigiamino; el perfil de mi barbilla recuerda la elegancia prerrafaelita de Rossetti o de Millais y los pómulos me los
modularon como a una actriz de Hollywood a la que preparan para recibir
un oscar.
Quizá
bajo esta apariencia moderna subyace un busto egipcio de hace más de 3.000 años
al que el equipo de mi descubridor, Ludwig
Borchardt, arregló con capas superpuestas de estuco cuando me descubrieron en
1912 para estar más en consonancia con la moda de su tiempo; querían
distanciarme de las estatuas de los faraones que conocemos porque yo era
Nefertiti, la belleza recién llegada, la esposa del todopoderoso Akenaton.
Dicen que aparento 25 años, pero no sé si son
los 25 años de una joven de principios del s. XX o del XIV antes de Cristo (quizá tenga razón Henri Stierlin). Por cierto, el ojo que me falta (para darme más autenticidad) me lo robó
algún desaprensivo para subastarlo un día en la galería Sotheby`s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario