miércoles, 9 de noviembre de 2016


            RETRATO DE DAMA TUERTA

   
                  Nefertiti (hacia 1350 a.c.)
                             


            La microcefalia que exhibo es propia de El Manierismo, al igual que el cuello, heredado de La virgen del cuello largo de Parmigiamino; el perfil de mi barbilla recuerda la elegancia prerrafaelita de Rossetti o de Millais y los pómulos me los modularon como a una actriz de Hollywood a la que preparan para recibir un oscar.
            Quizá bajo esta apariencia moderna subyace un busto egipcio de hace más de 3.000 años al que el equipo de mi descubridor, Ludwig Borchardt, arregló con capas superpuestas de estuco cuando me descubrieron en 1912 para estar más en consonancia con la moda de su tiempo; querían distanciarme de las estatuas de los faraones que conocemos porque yo era Nefertiti, la belleza recién llegada,  la esposa del todopoderoso Akenaton.

             Dicen que aparento 25 años, pero no sé si son los 25 años de una joven de principios del s. XX o del  XIV antes de Cristo (quizá tenga razón Henri Stierlin). Por cierto, el ojo que me falta (para darme más autenticidad) me lo robó algún desaprensivo para subastarlo un día en la galería Sotheby`s.

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