EUTANASIA
…. vida, muerte, amor. Ahí quedan…
Miguel Hernández.
La
noticia de la eutanasia inducida, publicada hace unos días en los medios de comunicación, nos ha puesto de
nuevo sobre un tema importante que nos pide urgente regularización. Sería
oportuno que los programas políticos de las elecciones en ciernes se ocuparan
de la vida, de la muerte y, por qué no, del amor como principio y, en este
caso, fin de la existencia.
Porque,
obviamente, lo que hizo este hombre por su pareja fue un acto de amor que no
haría por otra persona a la que no amara: esa es la demostración del amor.
Siempre
me ha llamado la atención que alguien se oponga a esta medida en aras de no sé
qué principios; si las personas no pueden decidir sobre su bien más
intransferible, que es la vida, ¿para qué sirve su libertad? Estamos dispuestos
a sacrificar a un animal moribundo para que no sufra, pero no lo hacemos con
una persona desahuciada y con sufrimiento que nos lo pide.
En
muchos casos este tema viene acompañado de otro inseparable; dado que la
mayoría de las personas que piden ayuda para morir no pueden hacerlo por si
mismas porque su imposibilidad física se lo impide, asistimos a lo que se puede
llamar una doble condena: la de su muerte ineludible y la de su incapacidad
para llevarla a cabo por sí misma como podría hacerlo otra persona en plenas
facultades físicas.
Por
una vez se han unido la vida, la muerte y el amor; el verdadero amor, que es el
único que puede hacer cosas sublimes, nunca trágicas.
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