lunes, 8 de abril de 2019


                                                       EUTANASIA

                                                                         …. vida, muerte, amor. Ahí quedan
                                                                                                      Miguel Hernández.
                                                                            

            La noticia de la eutanasia inducida, publicada hace unos días en los medios de comunicación, nos ha puesto de nuevo sobre un tema importante que nos pide urgente regularización. Sería oportuno que los programas políticos de las elecciones en ciernes se ocuparan de la vida, de la muerte y, por qué no, del amor como principio y, en este caso, fin de la existencia.
            Porque, obviamente, lo que hizo este hombre por su pareja fue un acto de amor que no haría por otra persona a la que no amara: esa es la demostración del amor.
            Siempre me ha llamado la atención que alguien se oponga a esta medida en aras de no sé qué principios; si las personas no pueden decidir sobre su bien más intransferible, que es la vida, ¿para qué sirve su libertad? Estamos dispuestos a sacrificar a un animal moribundo para que no sufra, pero no lo hacemos con una persona desahuciada y con sufrimiento que nos lo pide.
            En muchos casos este tema viene acompañado de otro inseparable; dado que la mayoría de las personas que piden ayuda para morir no pueden hacerlo por si mismas porque su imposibilidad física se lo impide, asistimos a lo que se puede llamar una doble condena: la de su muerte ineludible y la de su incapacidad para llevarla a cabo por sí misma como podría hacerlo otra persona en plenas facultades físicas.
            Por una vez se han unido la vida, la muerte y el amor; el verdadero amor, que es el único que puede hacer cosas sublimes, nunca trágicas.

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