Y EL HOMBRE CREÓ
A DIOS
Me
tienes que dar las gracias por crearte de la nada, Yavé, Dios, o como quiera
que te llamen. Pero te necesito; te necesito para justificar el bien y el mal de
las acciones humanas; te necesito para que pongas freno a las pasiones y seas
espejo en el que se mire la conciencia de los tiempos.
Pero
acatarás lo que te mande. Tendrás que llamarle muerte a lo que otros llaman
vida porque ahí reside la falacia de tu esencia. Te invocarán los que pasan
hambre y sed (también de justicia), porque los demás no te necesitan. Te
pondrán por testigo de una cosa y la contraria y tendrás que dar a cada uno su
razón y su revancha.
A cambio te otorgaré estatus de espíritu para
que seas eterno (¿acaso no es ése el señuelo de la eternidad?) para que nadie
vea que te avergüenzas de tu desentendimiento de las cosas terrenas, porque de
ello responderán los ministros que tendrás en nómina generosa. Recibirás
alabanzas y te ensalzarán muchos poetas; de los demás no hagas caso, ya se encargará de ellos las
justicia que crearemos al efecto.
P.D.
(…) “Empero yo quiero de mi parte
satisfacerte a ti, supremo atronador, y a todos esotros que te
acompañan, sorbedores de ambrosía y néctar, no obstante que en vosotros
he tenido, tengo y tendré imperio, como lo tengo en la canalla más soez
del mundo. Y yo espero ver vuestro endiosamiento muerto de hambre
por falta de víctimas y de frío, sin que alcancéis una morcilla por
sacrificio, ocupados en sólo abultar poemas y poblar coplones, gastados
en consonantes y en apodos amorosos, sirviendo de munición a los chistes
y a las puyas”.
Francisco de Quevedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario